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¿GALLARDON A LA DERIVA? Antonio Martín Beaumont (El Semanal Digital.com)

¿GALLARDON A LA DERIVA? Antonio Martín Beaumont (El Semanal Digital.com) Alberto Ruiz-Gallardón pasa por ser uno de los mejores cerebros de la política española. También es, sin duda, uno de los hombres públicos actuales más inteligentes, objetivamente más capaces, y ambicioso; insaciable para mi gusto. Y tal vez el más incomprensible.

Es insólito que un político en activo, con un cargo de prestigio y responsabilidad como es la alcaldía de Madrid, convoque una rueda de prensa para dirimir no se sabe bien qué disputas internas, y además para hacerlo, como hizo ayer Gallardón, creando aún más confusión de la que supuestamente pretendía corregir. Sobre todo, en el caso de un hombre tan preparado como éste, es difícil explicarse qué busca.

Realmente nadie dudábamos ya de su distancia personal respecto a Esperanza Aguirre. Son dos talantes, dos maneras de entender las cosas, dos trayectorias y también dos proyecciones. Esto lo sabíamos; pero algunos pensábamos que Aguirre y Gallardón, con todas sus diferencias, estaban en el mismo partido y compartían un proyecto político bajo las alas de la gaviota azul de la calle Génova.

Las declaraciones de ayer de Gallardón, el simple hecho de que haya caído en la tentación de hacerlas, rompen demasiadas barreras. El alcalde de Madrid quizá haya sentido la necesidad de excusar su alejamiento y su deslealtad de las siglas que le han amparado durante su vida política. Sería una explicación. Pero nadie le había pedido esas excusas y por eso mismo, otra vez, se ha colado, como cuando decidió presentar a su número dos, Manuel Cobo, para disputarle la Presidencia regional a Aguirre, para inmediatamente dar marcha atrás cuando no se sintió respaldado. Tal vez, como él mismo dice, no sea hombre fácil de manipular. Pero quienes le conocemos sabemos que su punto débil, precisamente, es su soberbia intelectual.

Alberto Ruiz-Gallardón es tan bueno y ha hecho tantas cosas buenas que ha olvidado que incluso él es mortal y falible. Y no es el primer político de raza y de valía al que vemos tropezar dos veces en la misma piedra.

Hace ya muchos años, cuando Gallardón ocupó su primer cargo relevante, secretario general en la vieja AP, lo hizo a un lado de un don Manuel Fraga que aún hoy le aprecia mucho. Al otro lado del entonces presidente popular estaba Jorge Verstrynge, otra gran promesa, otra grandísima cabeza y –¡ay!– otra gran soberbia. Verstrynge fue sustituido por Gallardón porque el primero, llegado a un punto, no quiso seguir siendo hombre de partido, de sigla, quizá por correr demasiado y porque prefirió el aplauso "políticamente correcto". No me gustaría creer que Gallardón haya dado, ayer, un paso en parecida dirección.

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